Está bonita la lluvia (está). Desperté con la insistencia de mi mamá y de mi papá. Dormí como bebé, abrazada al guatero, y con la estufa crepitando muy cerquita mío. Mientras cerraba los ojos y escuchaba el temporal de afuera, sólo podía pensar en Dios. Desayuné leche con milo y miel. Dormí todo el camino Colbún-Linares. En la radio del colectivo apareció una canción que me hizo reír y me trajo bonitos recuerdos de forma automática. Entre medio del diluvio apareció el sol, pero se volvió a esconder. Estoy abrigada. Me comí una naranja antes de empezar la jornada laboral, y ese olor tan energético me confortó. Aproveché el recreo para escribir esto, y simplemente agradecer por el hecho de estar viva, y de poder respirar este aire tan puro gracias a la presencia pluvial.
Desde ayer que quería agradecer. No hay NADA que se compare a la felicidad de llegar a tu casa después de un extenso día de trabajo, y encontrarte con tu padre que te espera con la estufa prendida y la once lista.
Sólo quería agradecer, por esto, y por muchas cosas más.
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