9 de Agosto de 2011
Auto quemado en la esquina de la casa.
El señor dueño del auto. La reja de la capilla de la residencia.
Un teclado olvidado en medio de los disturbios
Caballitos inocentes
Parece guerra civil...
Un fotógrafo haciendo su pega.
Pared de la resi. Escribieron eso porque vieron la imagen de la Virgen.
Basurero quemado
Dicen que siempre cuando hay desastres los escarabajos se salvan :)
Anoche, mi celular se cayó, se golpeó y se partió en dos, diciéndome adiós a mí
y a este mundo cruel. Y al parecer, fue lo más sensato que le pudo haber
ocurrido, porque como están las cosas…Llamé a mi madre para informarle acerca
del sensible fallecimiento de mi “GPS” (es EL modo que tiene ella de ubicarme y
de estar en contacto conmigo), y aproveché de decirle que estaría llamándola de
diversos monederos durante la semana, para ir informándole acerca de mi vida.
MENOS MAL QUE LE AVISÉ ANTES DE TIEMPO, porque hoy en la mañana los alrededores
de mi residencia aparecieron en todos los noticieros, y si mi mamá se hubiese
encontrado con el buzón de voz de buenas a primeras, le hubiese dado un
patatús.
Un
auto quemado por aquí, millones de lacrimógenas por acá, la reja de la capilla
de mi residencia FUERA DE SU LUGAR… los destrozos son terribles, pero ¿saben
qué es lo que a mí más me impresiona? La violencia verbal. Con tanto desorden
nadie hace hincapié en este ítem, pero de verdad que a mí ME DUELE escuchar malas
palabras, me da miedo y pena, sobre todo porque sería tan fácil ocupar otras
sílabas que no hicieran tanto daño. Sin ir más lejos, hoy estaba preparándome
para salir de la casa, cuando escucho ruidos, alarmas, gritos y demases. Mi
ventana da a la calle, estaba abierta de forma mínima, y de repente tuve que
correr a cerrarla, pues el ambiente se empezó a inundar de gases lacrimógenos
que me irritaban los ojos y la piel, y me hacían estornudar sin control (una
sensación horrenda). En eso, se escucha el siguiente diálogo (que de más está
decir se produjo a grito pelado):
Señora: “Pendejo culiao, anda a estudiar
mejor, hueón vago”
Secundario: “Cállate vieja conchetumadre, pa
que sepai tengo promedio 6,4”
Señora: “Ándate pendejo de mierda ¿qué
dirían tus papás?”
(ahí
quizás que pasó, porque no se volvió a escuchar la voz del estudiante, pero en
cambio apareció una voz de señor, que fue lo más sensato que escuché en toda la
mañana):
Señor
sensato: “Así no pues hijo, si
usted quiere que lo respeten, debe comenzar respetando”.
Cuando
escuché todo esto me dio una cosa como náusea en la guata. Siento que la
situación se le escapó de las manos a todos, el mundo anda paranoico y a la
defensiva, las malas caras abundan, y parece que la gente amable que quedaba en
esta ciudad se fue a esconder quizás dónde, asustada. No ocurre sólo en las
marchas, sino que en el día a día.
Ayer
venía desde la U en el metro (lleno, obviamente), y de repente, en Universidad
de Chile, la gente se empieza a subir rápido, y una mujer pava y lenta se quedó
parada en la puerta, como si fuera la última que se quiere subir (es la actitud
que MÁS me molesta en los usuarios del metro, no piensan en el que viene atrás,
que también quiere llegar temprano a su casa, no, se contentan con subir ellos y
se quedan en la entrada del vagón provocando atochamientos innecesarios).
Resulta que el señor que venía detrás de ella no alcanzó a subirse bien, y la
puerta lo apretó. Los señores que estaban más cerca pudieron ayudarlo, y cuando
logró entrar ocurrió este diálogo:
Señor
1: "¿pero por qué no
subió más rápido caballero?"
Señor
apretado: "Porque
la mujercita esta no me dejó avanzar."
(Mujercita
esta se voltea indignada y grita, asustándonos a todos)
Mujercita
esta: "¿Y TÚ CREI QUE TENGO OJOS EN LA ESPALDA, IMBÉCIL?"
Señor
apretado: "¿A QUIÉN VENÍ
A TRATAR DE IMBÉCIL, HUEONA?"
Señor
2: "OYE, ASÍ NO SE LE HABLA A UNA MUJER…"
Señor
apretado: "¿Y QUÉ HUEÁ,
ACASO TENÍ ALGÚN PROBLEMA?"
Fue
horrible, yo ya veía que se agarraban a combos, y lo peor es que me tenía que
bajar en la estación siguiente, y pasar por el lado de todos los señores
alterados. Me dí cuenta que cuando escucho esas palabras tan fuertes me baja el
miedo, y la pena, en serio no entiendo cómo las personas pueden llegar a
tratarse así. Más encima la injusticia es constante, porque en este caso TODOS
se fueron en contra del caballero apretado, y en realidad la que empezó fue la
mujercita esta. Si no vió al señor no hay nada qué hacer, pero eso tampoco le
da el derecho a tratarlo de imbécil. El tampoco usó las mejores palabras, pero
se sintió atacado, no se calmó y ahí quedó la escoba. Por mi parte, no me quedó
otra que pedir permiso con la cara más amable que pude, y salir disparada de
ese vagón.
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