Ayer me rebelé. Desperté temprano, con
cara de sol y ganas de sólo ser feliz, cuando se me ocurre revisar el correo UC
y enterarme de que debo leer tres textos nuevos para seminario y, más encima,
entregar un informe :S Simplemente colapsé, en mala actitud. Sentí, por un
momento, que pasaría toda mi vida leyendo, y esa idea no me gustó para nada
(porque claro, me gusta leer, pero no es lo único que me hace feliz) y me
estresé un rato, pero al final decidí prepararme una leche con estrellitas,
desayuné acostada y me volví a dormir, hasta el mediodía. Desperté con mi amiga
Mu al celéfono, y ahí logró darme ánimos y ver todo desde otra perspectiva. Y
resultó, pero de todas formas decidí que no quería leer, ese día no, no podría
hacerlo, de verdad no me iba a concentrar. En ese momento me dieron los ahogos
de la Olguita Marina y la comprendí tan bien, yo también necesitaba partir a
cualquier parte. Así que me duché, me puse vestido y decidí salir a capear la
vida. Fui a dejar a la Bruna al terminal y después vagué por las calles de
Santiago, feliz con el sol de invierno... aunque debo reconocer que FELIZ, no
es exactamente la palabra. Sentía una angustia vaga y molestosa, pero preferí
no hacerle caso. Llegué a la residencia y me encontré en el pasillo con Katy
Perry (noo, no es la cantante, es una amiga de mi residencia a la que
bautizamos así porque su apellido es impronunciable, así que le decimos Perry,
simplemente). Nos pusimos a conversar, y descubrí que cuando uno comparte las
penas que a veces acechan por ahí, todo se vuelve más fácil, y uno termina
riéndose de los pesares. Luego fui a ver a la Karicú, que tenía que salir a
hacer un trabajo... yo tenía que leer, pero en un día de rebeldía eso no
correspondía, así que partimos al Bravissimo a tomar helados, y la angustia ya
estaba completamente sumergida entre las frutillas, el banana split y el
TIRAMISÚ, helado que siempre pido sólo por la alegría que me produce pronunciar
su nombre: T I R A M I S Ú. Dejé a la Karicú en el metro y me disponía a volver
a la casa a ser todo lo responsable que no había sido durante el día. No me
quise ir por Bulnes, porque había un señor extraño que no me daba confianza, y
ya no eran horas de hacerme la chora en caso de algún imprevisto... decidí
seguir por la Alameda y el rojo de un semáforo me hizo esperar con paciencia.
Miro hacia el frente, y del otro lado, esperando cruzar la calle, veo a la
Huencho, amiga de la U que no veía hace semanas, porque con el paro y los
términos de carrera andamos todos en otra. Ella también me ve, se ríe, cruza
corriendo y me dice: "Manéeeeeeee!!! VAMOS AL TEATRO!!!!!" Yo:
"Pero Huencho, no tengo plata". Huencho: "Noo, si yo tengo una
entrada" Yo: "Vamos" (total la noche podía ser igual de rebelde
que el día). Y partimos felices de la vida a ver "Esperando a
Godot". Fue lo mejor, la obra era bacana, entretenida, cuática,
reflexiva, yo quería citar a cada rato, etc. Cuando salimos del teatro ya eran
las 22, así que tuve que volar a mi casa en la soledad del sábado por la noche,
pero feliz, y ahora sí que FELIZ era la palabra exacta: esa alegría de haberme
rebelado no me la quitó nadie.
(Como siempre, se me quedó grabada una frase mamona de la obra (hay cosas que no cambian)):
Parafraseo loco:
(Como siempre, se me quedó grabada una frase mamona de la obra (hay cosas que no cambian)):
Parafraseo loco:
G: “Quédate conmigo”
D: “¿Acaso te he dejado alguna vez?”
G: "Me dejaste partir…"
La foto es de Pedro Piedra, quien me acompañó todo el día con su música, y lo sigue haciendo, a pesar de que la rebeldía amainó.
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