Mi mamá, mis hermanos y mis perros hicieron que el domingo fuera casi perfecto, sólo faltó Tito. La otra cuota de imperfección se la llevó la corrección de pruebas y trabajos, porque yo insisto en que el domingo debe ser conversado, jugueteado y reposado, con la mantita tirada en el pasto, aprovechando los últimos rayos de sol que se cuelan con esfuerzo entre medio del frío-frío de Colbún: son increíbles las bajas temperaturas que puede alcanzar esta pequeña parte del planeta.
Hasta después del almuerzo duró la perfección, cuando mis hermanos regresaron a sus respectivas ciudades de días hábiles (Talca y Chillán), mi mamá partió al trabajo, y yo me quedé en compañía de los caninos... no es que desmerezca su compañía (al contrario), pero igual se siente un vacío irremediable (ahora entiendo a mi mamá, cuando los días domingo partíamos TODOS, sin excepción), una angustia rara que no se despega del alma
Lo único que queda por hacer es aprender a aceptar la imperfección del día domingo y, por supuesto, trabajar más (¡¿MÁS?!) eficientemente durante la semana, para que la siesta dominguera me recargue de energías llegado el día lunes.
De todo un poco... pensamientos que van y vienen, y que necesitan posarse en algún lugar del ciberespacio (aquí).
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Amiga así es la life, acostumbrate y ánimo en tu semana
ResponderEliminarTe quiero
pd: tendré que actualizar mi blog ups!
Gracias amiga por las buenas vibras! aún me cuesta, pero hay que apechugar no más.
EliminarBesos y actualízate po!