(Esto fue
publicado en un foto-reportaje de la revista Paula, titulado: "Chile
2010: retratos de poder".)
Tres veces candidato al Nobel de Literatura y ganador de los cotizados premios Juan Rulfo, Reina Sofía y Nacional de Literatura, Nicanor Parra es el más grande entre los vivos en esta tierra de poetas. A punto de cumplir 96 años, nacido en San Fabián de Alico, hermano de Violeta y profesor de Física y Matemáticas, el antipoeta es genio rotundo y travieso. En silencio, en retiro, en Las Cruces, donde vive, su peso contundente delimita el territorio: lo que Parra dice, lo que Parra firma, a quien Parra recibe y a quien cierra la puerta, determina a fuego la escena literaria nacional.
A mí, afortunadamente, me recibió en su casa, en las Cruces: rodeada de Artefactos, sentada a su lado, comiendo de sus galletas, escuchando a Violeta Parra en una radio con casette, escuchándolo hablar de su familia, de su nieta de dos años y medio que lo echó, así sin más, de su propia casa en Ñuñoa, observando las fotos que el mismo utilizaba como respaldo para su conversación. No podía más de felicidad. Nicanor Parra no me cerró la puerta, al contrario, me recibió, él mismo me invito a conocer un poco más de su mundo cotidiano, y por este motivo, me siento determinante a fuego de la escena literaria nacional (también me hubiese sentido así si me hubiese cerrado de un portazo, pero obviamente hubiese sido de una manera más triste).
"El que pierde, gana" (N.P.)
Tres veces candidato al Nobel de Literatura y ganador de los cotizados premios Juan Rulfo, Reina Sofía y Nacional de Literatura, Nicanor Parra es el más grande entre los vivos en esta tierra de poetas. A punto de cumplir 96 años, nacido en San Fabián de Alico, hermano de Violeta y profesor de Física y Matemáticas, el antipoeta es genio rotundo y travieso. En silencio, en retiro, en Las Cruces, donde vive, su peso contundente delimita el territorio: lo que Parra dice, lo que Parra firma, a quien Parra recibe y a quien cierra la puerta, determina a fuego la escena literaria nacional.
A mí, afortunadamente, me recibió en su casa, en las Cruces: rodeada de Artefactos, sentada a su lado, comiendo de sus galletas, escuchando a Violeta Parra en una radio con casette, escuchándolo hablar de su familia, de su nieta de dos años y medio que lo echó, así sin más, de su propia casa en Ñuñoa, observando las fotos que el mismo utilizaba como respaldo para su conversación. No podía más de felicidad. Nicanor Parra no me cerró la puerta, al contrario, me recibió, él mismo me invito a conocer un poco más de su mundo cotidiano, y por este motivo, me siento determinante a fuego de la escena literaria nacional (también me hubiese sentido así si me hubiese cerrado de un portazo, pero obviamente hubiese sido de una manera más triste).
"El que pierde, gana" (N.P.)
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