domingo, 7 de abril de 2013

Las pequeñas gigantes



            El día viernes no prometía, en lo absoluto. Amaneció terriblemente nublado y con lluvia amenazante (afortunadamente yo no tenía que ir a la U). Me desperté ultra tarde (a la hora de almuerzo), y durante el resto del día me dediqué a hacer aseo en mi pieza y ordenar. Después me puse a leer, tapada con mi mantita, y con mi pie malo sobre una torre de cojines.
           Se manifestó la lluvia, finalmente, lo que es bueno y malo, porque entrega material excesivo para pensar. El libro escapaba de toda mi concentración debido a la insistente lluvia golpeando en la ventana, parecía que quería colarse en mi pieza y hacerme compañía, pero yo no la dejé entrar por ningún motivo, se mantuvo en constante roce con la ventana, pero a mí no me pudo alcanzar. Y es eso lo que me hacía feliz: que estuviese ahí, tan cerca pero tan lejos a la vez, acompañándome pero de forma indirecta. Eso era lo mágico del asunto. Existen muchas personas en mi vida que cumplen la función que la lluvia realizaba en ese instante. Me acordé también de “Rayuela” de Julio Cortázar, cuando Horacio Oliveira está solo porque abandonó a la Maga, pero llueve y se tranquiliza porque sabe que están compartiendo la misma lluvia. Eso es muy cursi, pero fue inevitable que se viniera a mi mente, porque lo leí hace muy pocos días. En la radio sonó “it’s raining again” y lo primero que recordé fue la teleserie “los Treinta” (claramente), pero después me concentré en la letra: “It's raining again /Oh no, my love's at an end (…)
It's only time that heals the pain / and makes the sun come out again”. La cancioncita es repetida y archi-conocida, pero por Dios que es cierta: “Es sólo el tiempo el que cura el dolor/ y hace que el sol salga de nuevo”. Pensé esto y decidí seguir leyendo, mientras esperaba que “volviera a salir el sol”, pero cuando estaba retomando la lectura, aparece mi amiga Cata y me dice que quiere salir a comer algo por ahí, pero no tiene con quien ir (la amistad es tan fuerte que la Cata se cayó poco tiempo después que yo, y tiene el pie derecho enyesado hasta la rodilla… literalmente para ambas “mala pata”). Yo feliz la acompañaría, pero no puedo apoyar el pie, y ella apenas puede caminar como para manejar mi vehículo personal de estos días (la inseparable silla de ruedas). Lo natural es resignarse, pero la Cata me contagió sus ganas de salir, y a ambas se nos salió la Olguita Marina (de “Sucupira) que llevamos dentro, esa que le daban los ahogos y tenía que salir a algún lado. Hubo un silencio y dije sin pensar: “¿Y si me lanzó con muletas no más?”... “¿Segura?”.... “Ya, vamos” concluí yo, mientras saltaba en una pata por toda la pieza buscando mi abrigo negro, y cantando “C'mon you little fighter / And get back up again” para darme ánimos.
           Cuando íbamos saliendo todas nos miraban raro y nos decían: “¿y ustedes para dónde van?... PERO SI ESTÁ LLOVIENDO… están locas”. Y creo que es verdad, un poco locas debemos estar porque en realidad el pequeño viaje tenía una cuota importante de riesgo, pero las ganas pudieron más. Nos demoramos como tres años en llegar al Paseo Bulnes (que queda a dos cuadras de acá), la Cata caminaba ultra lento, y yo podía avanzar más, pero me cansaba rápido. Lo más increíble es que TODO EL MUNDO nos miraba, y es que la situación en sí no tiene nada de normal. Finalmente logramos nuestro objetivo y llegamos al Telepizza: comimos una pizza familiar, más tres papas fritas y tres bebidas =) (había que recuperar energías para poder volver) y conversamos de lo lindo, felices de habernos escapado un ratito de la rutina que significa tener un pie inservible (momentáneamente). Estuvimos un par de horas y decidimos regresar, el problema es que se había puesto a llover más fuerte (durante la huida la lluvia había amainado) lo que complicaba bastante las cosas. Dudé por un segundo, pero en mi mente resonó casi como un himno “C'mon you little fighter” y partimos no más, con mucho cuidado y no sin antes pasar a comprar té para el retorno al hogar. El señor de “Los Alpes” nos preguntó qué diablos nos había pasado, y empezó a tirar tallas del tipo: “Uy, ahora comparten los zapatos” (porque mi pie malo es el izquierdo, y el de la Cata es el derecho ¬¬), igual nos reímos, el señor era amable y nos dijo que nos cuidáramos. Así volvimos lentamente, disfrutando de la lluvia, que a esas alturas era lo único que restaba por hacer.

Pieza, cama, cojines, manta, libro, taza de té, yo… y por la ventana “It’s raining again”.


(Karla Marciana te llamamos ese día y estabas en la U… no teníamos más plata en el celular para avisarte =( )




(La foto, para variar, no tiene nada que ver con el texto, excepto por la lluvia. La pongo simplemente porque me gustó, es como la versión posmoderna del celebrado beso de “The Notebook”. ( La robé descaradamente del primer video que apareció en llutúb cuando me puse a buscar el himno del día viernes ;)))

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