domingo, 7 de abril de 2013

Scenes from the suburbs (30/06/11 )



     Me da mucha risa cuando las personas que leen las cosas que escribo se preocupan más allá de lo normal. Infieren que, según mis letras, lo estoy pasando pésimo y estoy sumergida en una depresión de proporciones.      Por un lado, agradezco el acto, pero por el otro: "Señoras y señores: NO NOS PONGAMOS PARANOICOS, POR FAVOR". Admiro su comprensión lectora, pero eso no es directamente proporcional con lo que me pasa, a pesar de que lo que narro es verídico, CASI (y no hagamos caso omiso de la importancia de esta palabra en la oración) en un 100%.
     Según Georges Brandes: “todo escritor verdadero se mete íntegro en su obra y sólo es preciso saber leerla de manera penetrante para encontrar la historia de su vida en ella”. Si esto es completamente cierto, entonces me quedan dos opciones:
a) Los que me leen no saben leerme, simplemente.
b) No soy una escritora verdadera.

      En fin... ayer, leyendo una entrevista a María José Viera-Gallo (L) comprobé que es algo de lo más normal esto de confundir a las personas con las cosas que uno escribe. A la pregunta: ¿Se puede ser feliz y a la vez sufrir escribiendo?, ella contestó muy segura que . Y ahí sonreí para mis adentros, y para mis afueras también.

*La foto: se me ocurrió que las cosas que llevamos en nuestra mochila, muchas veces, dicen más de nosotros mismos que aquellas que podemos hacer o decir.  Pero OJO que los prejuicios siempre tomarán la delantera, y he ahí el peligro.

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